De la ilustradora Rebeca Luciani
En la segunda reunión del grupo Arxipèlag sobre masculinidades reflexionamos y compartimos entorno al fenómeno de los cuidados, la empatía y la ternura. Consideramos necesario el abordaje de estos temas como si de una cebolla se tratase, empezando por las capas externas y finalizando por la parte más interna. A día de hoy, y por suerte, son cada vez más los hombres que presentan una masculinidad alternativa al modelo tradicional, es decir, hombres que no se identifican y rechazan, en cierta medida, lo que hasta ahora se considera masculinidad tradicional: un hombre fuerte, sin debilidades, inexpresivo emocional y afectivamente, etc. Entre los retos iniciales asumidos por estas masculinidades se encuentran el reconocimiento y la aceptación de la vulnerabilidad. Es decir, aceptar que existen situaciones que emocional, física y psicológicamente nos superan y que debemos en primer lugar reconocer que nos desbordan, para luego -ser capaces de- pedir ayuda o limitar nuestra "disponibilidad" si no estamos bien.
Como bien explica Paco Abril, sociólogo y miembro de Homes Igualitaris, “la aceptación de la vulnerabilidad por parte del hombre nos hace libres permitiéndonos conectar con nosotros mismos y con los demás”. Esta desconexión que arrastramos debida a la dureza y a la falta de accesibilidad a aquellas emociones socialmente reconocidas como "femeninas", condiciona enormemente nuestras posibilidades de expresión afectiva hacia hombres y mujeres, hacia nuestros hijos e hijas, hacia otros seres vivos, hacia el medio ambiente... De ahí las palabras tan duras y ciertas de Pablo Mas: "La masculinidad puede ser terriblemente solitaria". Estas actitudes de distanciamiento nos provocan, además, una falta de profundidad en nuestras relaciones y, en relación a nuestra vertiente paternal, provoca y favorece la existencia y continuidad de figuras paternas desaparecidas emocionalmente.
El segundo reto derivado de la aparición de estas masculinidades alternativas es la disolución de los roles establecidos de género y el hecho de renunciar a una figura masculina exclusivamente proveedora, a la vez que lleva a acoger y responsabilizarse del papel de cuidador asumido generalmente y mayoritariamente por las mujeres. En definitiva, hacer la transición -o, al menos, transitar- de la esfera pública a la privada.
En relación a los cuidados, ¿cuántas veces podemos haber escuchado alabanzas hacia los hombres que asumen responsabilidades puntuales como cuidadores?, ¿o haciendo tareas domésticas o cuidando de los hijos e hijas? En cambio, las mujeres que las realizan diariamente no reciben prácticamente palabras de reconocimiento por su labor. ¿Es porque nos sentimos vulnerables que tenemos la necesidad de reconocimiento de este "trabajo invisible"? Como bien aportó uno de los miembros del grupo haciendo referencia a la típica expresión utilizada por amigas o personas del entorno cercano cuando dicen "¡qué marido tienes!", esta es una expresión que viste de extraordinario un comportamiento ordinario en un adulto funcional.
Ahora viene lo más complicado. Aparecen un sinfín de cuestiones que necesitan ser respondidas, como si de la luz de un faro se tratara, para llegar a buen puerto. ¿Cómo pasamos los hombres a ser cuidadores si no tenemos un modelo masculino a adoptar como referencia? ¿Qué son los cuidados? ¿Cómo los realizamos?
Autores como Pablo Mas, citado anteriormente, defiende que la adopción de actitudes de ternura por parte del hombre es la energía necesaria para transformar esta dureza viril en delicadeza. En nuestra opinión ternura, delicadeza, cuidados y curas tienen un denominador común, y se llama amor. Dice Pablo Mas: "La mujer es potencialmente revolucionaria precisamente porque está vinculada a la vida de una forma muy particular. […] Su orientación es la vida concreta: su propia vida, tal y como sucede, y la de las personas que tienen valor para ella." Aquellas personas a las que debemos dirigir nuestra atención para poder adquirir el aprendizaje necesario y desarrollar nuestra sensibilidad y ternura para llevar a cabo este cambio son las mujeres, ya que son ellas las que han puesto sobre la mesa la necesaria revolución de los cuidados.
Los hombres generalmente nos permitimos mostrar esta vulnerabilidad, la manifestación de las emociones, mostrarnos tiernos, ser cariñosos... en espacios exclusivamente de pareja. Sin embargo, para el desarrollo de la afectividad en todos los ámbitos de nuestra vida además de los espacios privados debemos acudir a nuestras compañeras. Ellas pueden orientarnos.
En nuestra opinión, ellas son las referentes de las que debemos aprender en aspectos como la afectividad, el amor, la ternura, la sensibilidad y, mientras nos muestran un camino, podemos tomar un papel activo sobre la gente que nos rodea para así responsabilizarnos activamente del cambio que el conjunto de hombres debe realizar. "La mujer siempre ha sido más capaz que el hombre de intuir el valor especial de cada ser humano, porque todos tienen su origen en ella”, apunta Pablo Mas para seguir con el debate.
La sociedad necesita que el hombre asuma y se responsabilice de los cuidados de las personas de su alrededor, sin excepción. Sin embargo, el motor de los cuidados y atenciones no debe ser la obligación y la culpa, que a la larga producirán sufrimiento y angustia, sino el amor y la humanidad.
Grupo Arxipèlag de reflexión sobre las masculinidades – Homes Igualitaris